Sobre las ruedas de Astorga

Raudo caminaba el bus con unos jóvenes entusiasmados por lo que las horas deparaban, podrían ser experiencias, sensaciones y en fin, un millar de cosas que se quedarían grabadas en la cabeza de cada uno de distintas formas, eran ya como las 6:15 y varias cabezas se asomaban curiosas por los lúgubres vidrios laterales del bus con los ojos rojos y parpados chinos, provocados naturalmente por la carencia de sueño.
Los juegos en el final, se pusieron de moda, era el mejor método para olvidar que el tiempo estaba pasando y que el cansancio se estaba marchando, fueron horas de risotadas tan explosivas como las del ausente Omar, pero seguían teniendo el mismo efecto, aquel que provoca que sea quien sea, en el estado que sea, como sea, se contagie de esta riza, tan metódica, que solo llega con habladurías sobre las incoherencias de esta sutil vida.

De pronto, desde la nariz de el animal cuadrúpedo de varias toneladas, se ve acercarse una sombra un tanto robusta, grande y jugando con un caminar de lado a lado, que daba la impresión de mareo, era el arriero de todo el ganado, era el profesor, el cual, igualmente fascinado con la aventura a emprender, fue a hacer vida social con el resto, a compartir el sueño y los ojos pesados y no como aquel personaje que estuvo varios años en la universidad para obtener un título sino, como aquel que entro al colegio junto con ellos, fueron horas de diferencia la que separan a este personaje y a aquellos que lo miraban desde sus asientos, ya pasaron muchos segundos, y el sol, con su rojo incandescente comienza a despertar la alegría del entono, a mover al dormido país y si esto no basta, a mostrar las bellas caras que se estampan en varias fotografías tomadas.
No solo los rostros envolvían el ambiente, también existía un verde muy pronunciado, una vegetación casi extinta en los libros, una cantidad de vaivenes inmaculadas y los cerros, aquellos que solo vemos al mirar al horizonte, esta vez, muchos los veían a su derecha, junto con grandes prados con grandes posones, llenos de una fangosa y cristalina agua de lluvia, verde en su limpieza, atractiva y suculenta.

El sol ya afloro, quedaba una hora para el ingreso al colegio, y el profe’ dio el aviso de esta tan magnifica noticia, la cual revoluciono a los pasajeros de los asientos 37- 43, despertando a todo aquel que intentó juntar los parpados para no estar fatigados en el viaje – eso causo enojo – y se acercaba el minuto de la primera parada ‘’sorpresa’’.